miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mujeres sauditas hallan refugio ante violencia doméstica

Hecha pedazos, quemada y lastimada, Azza acudió a la policía cuatro veces hasta que las autoridades le permitieron dejar a su esposo abusivo y mudarse a un refugio.
En los 12 años que estuvieron juntos, su esposo saudita la había golpeado con caños de metal, la había encadenado y hasta le arrojó agua hirviendo.
Pero la policía usualmente la enviaba de regreso a casa después de que su marido jurara dejar de maltratar a su esposa, una práctica común en un país donde las mujeres necesitan del consentimiento para cualquier cosa, desde conseguir un trabajo a alquilar un departamento.
"Cuando regresé a casa las golpizas empeoraron gradualmente", dice Azza, ahora divorciada y viviendo en el refugio Abdulaziz, recientemente inaugurado en Jeddah. "La violencia aumentó aún más y él empezó a encadenarme para que no me escape. El trababa todas las ventanas", narró la mujer.
Finalmente escapó hace cuatro años por la ventana del baño, aunque se rompió los huesos de la pelvis en el intento. La mujer consiguió el divorcio tras argumentar que su marido era esquizofrénico.
La violencia doméstica llegó dramáticamente a foco de atención de los medios en el 2004 cuando la presentadora de televisión Rania al-Baz hizo pública una salvaje golpiza por parte de su marido en la que sufrió 13 fracturas faciales, dando lugar al divorcio a instancias suyas.
Este país profundamente conservador, gobernado por una versión estricta de la ley islámica, se ha flexibilizado levemente desde los ataques del 11 de septiembre del 2001, en el que 15 de los 19 atacantes eran sauditas.
En parte como consecuencia de la presión de los gobiernos occidentales, un organismo oficial de derechos humanos fue creado en el 2004 para tratar la mala reputación del país e el tema.
Desde entonces se han enviado a la Sociedad Nacional de Derechos Humanos (NSHR, por su sigla en inglés) un total de 978 informes sobre abusos físicos y mentales, derechos de divorcio y patrimonio e incluso concernientes al derecho a la educación, que los hombres a veces objetan.
Se creó además una serie de refugios por parte de voluntarios con la aprobación del Ministerio de Asuntos Sociales.
No obstante, la posición legal de la mujer continua siendo precaria por el sistema de tutelaje masculino sancionado por los clérigos sauditas.
Padres, hermanos y esposos tienen el derecho de imponer su voluntad sobre una mujer alegando "desobediencia" y ésta podría afrontar tres años en prisión y azotes si es hallada culpable.
El organismo de control de derechos humanos con sede en Nueva York Human Rights Watch dijo en un informe este año que el sistema de tutelaje en Arabia Saudita reduce efectivamente a las mujeres al estatus legal de un "menor de edad", como el de los niños.
"No hay leyes que protejan a las mujeres", sostuvo la doctora familiar Sara Abbar.
"Las leyes van en contra de las mujeres y los funcionarios de asuntos sociales no logran ayudar a las mujeres adecuadamente. En definitiva la mujer termina con su tutor incluso si es él el que está abusando de ella", añadió Abbar.
En consecuencia, las mujeres en los refugios a menudo no están más que "tomándose vacaciones del abuso", dijo Aljohara al-Angari de NSHR.
Los periódicos sauditas han informado que actualmente hay alrededor de 3.000 mujeres sauditas que oficialmente están registradas como fugitivas.
¿VALORES OCCIDENTALES?
El aumento de fugitivas ha dado a lugar a temores de una ruptura de la familia saudita y a la incursión de valores occidentales que parecen poner más énfasis en los deseos individuales que en los deberes familiares.
"Solíamos ser una sociedad cerrada y ahora nos estamos abriendo", dijo Enaam Al-Raboei, líder del Comité de Protección Familiar, quien piensa que la proliferación de internet y la televisión satelital han occidentalizado las actitudes de los jóvenes sauditas.
Raboei sostuvo que las niñas que denuncian abusos a menudo están de hecho rebelándose contra la tradición social y negándose al derecho de sus padres de disciplinar a sus hijos.
"Tratamos de explicarles que lo que están atravesando no son abusos", indicó, refiriéndose a algunos casos en los que no hay violencia física involucrada.
La trabajadora social Sameera Al-Ghamdi opina que es necesario un compromiso que incluyera la idea de los derechos básicos para las mujeres.
"Cuando nos enfrentamos a una sociedad que le asigna un cierto estatus sagrado a su cultura y a sus tradiciones específicas, empezamos exigiendo los derechos básicos", aseveró la mujer.
"Las personas en esta sociedad han crecido creyendo que el padre tiene el derecho de golpear a su esposa e hijos y de impedir que gocen de ciertas libertades si lo desea", agregó Al-Ghamdi.

Fuente: Reuters America Latina
Escrito por Asma Alsharif

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